Más interesado en las anfetaminas que en la semántica, nunca me había interesado especialmente por el por qué de esa palabra convertida en grito generacional. El “Oi” lo cantábamos, lo escuchábamos y sobretodo lo sentíamos aquí, entre pecho y espalda, que es donde deben estar las cosas importantes. Y punto.
Sí claro, a mí también me contaron la historia; que era una palabra cockney, que venía a ser un saludo en argot, que si los Cockney Rejects lo cantaban en sus canciones, que si bli bli bli, bla bla bla… la verdad es que me la traía bastante al fresco.
Hará ya unos 20 años (joder, de todo empieza a hacer ya “unos 20 años” ), en un antro de la Barcelona más canalla (véase bar de punks y skins en el Gótico, pre-invasión turística), se me acercó un punky de aspecto extrañamente sano para increparme sobre mi vestimenta. En aquel entonces solía lucir la equipación oficial de la selección Cabezas Rapadas F.C., y ese día en concreto iba engalanado con una camiseta de la que sobresalía un “Oi” inmenso.
El fulano en cuestión, tras señalar mi camiseta y en una lengua para mi desconocida me interpelo sobre el sentido de la misma con una actitud que, en ese momento, presumí de amenaza. Claro que, en esa época era bastante común sentirse amenazado por cualquiera que te interpelara. El caso es que solo entendí “Fàstic, fàstic!” (Asco en catalán) y pensé que el buen hombre me estaba vacilando y/o insultando.
Bien, aquí quizás se debería especificar que la música del bar rozaba la perforación de tímpanos, que a esas horas el alcohol se había adueñado ya definitivamente de mi cerebro y que el tipo en cuestión tampoco debía ser el Albert Einstein de la oratoria.
Más interesado en las anfetaminas que en la semántica, nunca me había interesado especialmente por el por qué de esa palabra convertida en grito generacional. El “Oi” lo cantábamos, lo escuchábamos y sobretodo lo sentíamos aquí, entre pecho y espalda, que es donde deben estar las cosas importantes. Y punto
Como ustedes pueden presumir la cosa terminó en un amigable intercambio de puñetazos. La típica pelea de bar absurda e imprevisible. Y no crean, aún y con la cogorza que me dominaba, la cosa pintaba bien (posible victoria por puntos) hasta que aparecieron los amigos del individuo (¡los 10.000 amigos del individuo!). A partir de ahí el recuerdo se difumina en fogonazos de dolor y la memoria de mi cuerpo convertido en un ovillo en el suelo del local mientras unos indocumentados jugaban a fútbol con él (otra derrota más).
Justo en ese momento, allí, caído en desgracia, hecho una ridícula cucaracha humana, tuve mi momento de lucidez (la inspiración tiene formas bien raras de encontrarte), y entendí que “oi” en catalán Balear quiere decir asco (fàstic). “Hostia puta! – me dije – , el tipo solo quería hacerme participe de sus conocimientos lingüísticos”, quizás era filólogo o tenía familia en Formentera, yo que sé, la gente está muy mal…
En fin, como era ya demasiado tarde para hacerles entender la magnitud de la confusión a la panda de energúmenos que me chutaban, por esas cosas del razonar sin aparente sentido, mi pensamiento se fue a vagar hasta Mallorca y sus peculiaridades lingüísticas (no crean, tiene su mérito abstraerse de eso modo en unas circunstancias tan poco propicias para la reflexión), y de allí, en una evocación inquietante, a la mejor banda de “Oi” Mallorquina de todos los tiempos MUNDIALES, los “Oi! the arrase” (me rio yo de la Magdalena de Proust y su poder de evocación. No hay nada como unas buenas patadas para despertar el recuerdo).
Después de la primeras bandas estatales de los 80: Pisando fuerte, Zakarrak y, sobre todo, Decibelios, la escena “Oi” resurgió con fuerza a mediados de los 90: Suburban Rebels, Kaos Urbano, Pilseners, Abriendo cabezas, Des-Kontrol, Oi n’ast… y en medio de esta nueva ola, los Oi! The arrase.
Los Oi! The arrase: punks y skins de Mallorca, pura actitud, cada canción un himno… Anarkoi! es, seguramente uno de los discos (k7) que más escuché en mi fructífera juventud. Esta fascinación por la banda mallorquina era algo colectivo entre mis compinches de la época. Así, cuándo en un arrebato inconsciente decidimos organizar un concierto (antes eso se hacía; cuatro tarados sin experiencia alguna se atrevían a montar conciertos) tuvimos muy claro que Oi! The arrase iban ser el grupo principal.
El caso es que el día del concierto los teníamos que ir a recoger al puerto de Barcelona. Venían en ferry. Para cuándo llegaron ya les estábamos esperando. Y allí aparecieron los miembros de la banda, bajando del Trasmediterranea de turno, cruzando la pasarela que iba del barco al muelle con el desparpajo propio del que se ha pimplado medio bar del barco y le importa poca cosa el destino del mundo y el suyo propio.
Los Oi! The arrase: punks y skins de Mallorca, pura actitud, cada canción un himno… Anarkoi! es, seguramente uno de los discos (k7) que más escuché en mi fructífera juventud. Así, cuándo en un arrebato inconsciente decidimos organizar un concierto tuvimos muy claro que Oi! The arrase iban ser el grupo principal
Aún y teniendo una de las memorias más frágiles del hemisferio occidental, sigo recordando con precisión la imagen del cantante en medio del pasaje, con sus botas militares, su bomber, su cabeza rapada, y de cómo andaba entre turistas cargados de maletas, con un equipaje hecho únicamente de una botella de “gin Xoriguer” (una botella de ginebra medio vacía y nada más, porqué cuándo uno tiene una canción que dice textualmente “…alcohólicos anónimos que asco dais, sois unos cobardes, os escondeís…”, es normal que no tenga reparos en exhibir su afición a empinar el codo).
Esa imagen, la del tipo botella en mano entre viajeros, me ha quedado grabada en la mollera con una fuerza desconcertante. El contraste entre los turistas bronceados y el skinhead camorrista, la indolencia contra la rudeza, era de una plasticidad impecable, poderosísima.
Y sí, quizás nunca me ha interesado especialmente el origen, ni el significado de la palabra “Oi”, pero les puedo asegurar que no me hace falta, lo conozco desde hace tiempo: El “Oi” es el cantante de los “Oi! The arrase” descendiendo de un barco con su botella de Xoriguer.
Lo demás es semántica.
Sergi Pons codina (Barcelona 1979)
Tiene decidido irse a vivir a Islandia cuándo amase su primer millón de euros. De momento se contenta con ver crecer a sus hijos en el extrarradio Barcelonés, mientras juega con los adjetivos y bebe ratafia. Es autor de las novelas Mars del carib (Edicions de 1984, 2014) y Dies de ratafia (Edicions de 1984, 2017)