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De nostalgia, pubs, modernidad y pop

Somos un país de bares. Afirmarlo categóricamente, descargando el puño contra la barra de tu taberna de confianza como si de un martillo judicial se tratara, no se convierte en un acto sumarial construido en base a ilusiones subjetivas, chovinistas o envenenadas por los licores, sino tan solo la proclamación de una sentencia inequívoca de ecuanimidad inapelable basada en el dos más dos. Estadística pura: tants caps tants tamborets.
Bares de barrio, bares de modernos, bares Manolos. De todas las tipologías y para todos los públicos. Si faltan el mercado provee. Tradición de barra, dicen. ¿Te has despertado con el cuerpo suplicándote ingerir un daiquiri de rambután, decorado con más vegetación que una selva tropical, en un espacio de austeridad soviética pero de precios más dilatados que la inflación de Zimbabue? Tienes un problema. Bueno, seguramente varios y de carácter clínico, pero no sufras. Encontrarás el sitio. Puedes sentirte privilegiado…

Somos un país de bares: bares de barrio, bares de modernos, bares Manolos. De todas las tipologías y para todos los públicos. Si faltan el mercado provee

Hasta que caes en cualquiera de los miles de abrevaderos sembrados por el territorio inglés. De repente te empiezan a tambalear los esquemas. No se trata de la cerveza que tiran, ni de las decoraciones, más o menos afortunadas pero siempre muy similares… puedes no atribuirlo tampoco a la parroquia. Un buen amigo lo llama la magia.  Sí. Intangible, flotando en el aire, apoderándose de todos los rincones. Magia. Y pop. Quizá todo se deba al pop. En este terreno con los ingleses no se puede competir. Suenan Stone Roses y Madness. Joy Division. Oasis y The Jam. Buzzcocks y Northern Soul. The Kinks. The Housemartins. Ellos tienen a los Beatles y a los Stones.
Ves como los feligreses se abrazan entonando los himnos. Y los contemplas. No, no son jóvenes de oreja sensible y criterio selecto cultivado a base de horas de investigación musical y largos debates entre colegas compartiendo caladas en el césped de un campus universitario. Tienen todas las edades y cantan a su herencia. Empiezas a sentir como se te caldean las tripas, se te oprime el pecho y se te enrojecen las mejillas. Sí, es envidia.

La cultura popular inglesa es de origen obrero y se siente orgullosa de ello. Forjaron un imperio a golpes de maza y cavando minas. Trincheras y líneas de montaje. Marginados que no reniegan de serlo. No se finge. Son quienes son y lo reivindican

El pop en su máxima expresión. La cultura popular inglesa es de origen obrero y se siente orgullosa de ello. Forjaron un imperio a golpes de maza y cavando minas. Trincheras y líneas de montaje. Marginados que no reniegan de serlo. No se finge. Son quienes son y lo reivindican. Crean la mejor banda sonora posible y la sienten suya. Y lo es. Hija de sus hijos, de los mocosos que se han abierto la cabeza a pedradas en su barrio.
Y vuelves al bar de tu esquina. Y nada es igual. La tele encendida 24/7 sin haber futbol. O el griterío de los congregados chocando contra las paredes sin otra amortiguación sonora . O un hilo musical programado para inducir al suicidio. Esa será la norma en unos espacios cada vez más anodinos.
Lo podrás justificar de mil formas: que el mundo anglosajón siempre ha sido el que ha marcado los estándares musicales; que aquí somos más del buen comer; que ser cosmopolita implica estar siempre a la última… Mientras te excusas, la magia se irá diluyendo. Porque al final todo se reducirá a un único factor que resulta vergonzante y del que todos somos culpables: nuestra particular montaña de complejos. Una falta de convicción total con lo que hacemos y somos y, por descontado, con lo que hacíamos y éramos, que nos ha conducido demasiadas veces a subestimar nuestra herencia (o cualquier herencia) y a buscar únicamente guía y referente en las producciones más recientes de más allá de los Pirineos. Hemos justificado el desarraigo con excusas de modernidad, por eso no disponemos de nuestros particulares pubs pero tenemos más bares de plástico que en cualquier otro sitio del planeta.


Guillem Serra Cros
Jugador amateur de minigolf. A ratos escribo. Gustan las vespas, cazar bolets, L.F Céline y Barcelona. No gustan las palomas, el vecino de enfrente, las aglomeraciones en las que tú no estás y Barcelona. Stone Roses y Cockney Rejects de banda sonora.

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