Mecánica decibélica (por Manel Domènech)
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Mecánica decibélica (por Manel Domènech)


Una manera de entender el funcionamiento de Decibelios la hallamos en dos acciones del otoño de 1983.
Durante las fiestas de la Mercè (las patronales de Barcelona de ese año) estábamos en el local de ensayo en el barrio de La Bordeta. Y volvió a salir el tema del poco apoyo institucional a los músicos de la ciudad y de cómo no había manera de que nos incluyeran ni a nosotros ni a otros grupos similares en el cartel pese a haberlo comentado directamente con el Ayuntamiento. Ese mismo día, en el Moll de la Fusta, estaba programado un cartel con La Orquesta Mondragón como grupo principal. Encendidos por los hechos, se nos iluminó una idea. Ni cortos, ni perezosos, cargamos en el emblemático coche de Miguel, el batería, (un impagable 1430) bajo, guitarra, baquetas, un imperdible gigante de metro y pico y su acompañante: una hoja de afeitar de similares proporciones. Enfilamos el camino al Moll de la Fusta, aparcamos, tomamos los bártulos y con el aire decidido de quienes saben adónde van fuimos hacia la zona de camerinos y escenario. Ni que decir tiene que cuando la gente de seguridad nos vio llegar con aquella actitud, los instrumentos y adminículos, no sólo no nos franquearon el acceso, sino que casi nos ponen alfombra. La ocasión estaba brindada y nos dirigimos hacía la rampa del escenario. En esos momentos estaban preparándolo para la siguiente actuación. ¿Nosotros? Por qué no. Y subimos la rampa hacia el escenario.

Durante las fiestas de la Mercè estábamos en el local de ensayo en el barrio de La Bordeta. Y volvió a salir el tema del poco apoyo institucional a los músicos de la ciudad y de cómo no había manera de que nos incluyeran ni a nosotros ni a otros grupos similares en el cartel pese a haberlo comentado directamente con el Ayuntamiento.

Allí se encontraba el regidor del Ayuntamiento, Toni Ayza, con quién habíamos hablado en diferentes ocasiones sobre el problema de la falta de apoyos y que, todo hay que decirlo, se mostraba próximo a nuestras posturas. Nos invitó a bajar y se entabló una conversación amigable aunque subida de tono, hasta el punto de que el cantante de la Orquesta Mondragón asomó la cabeza varias veces para saber qué pasaba. Y con razón, claro. Finalmente accedimos a que el programa del festejo siguiera sin nuestra intervención. La acción se había llevado a cabo. Como el hecho de tocar no era, en principio, lo más importante, sino la acción por la acción, salimos satisfechos, divertidos y con un compromiso por parte de la administración. ¿Sería verdad?

Decibelios durante su mítica actuación en Plaza Catalunya junto a Shit S.A. Fotografía de Carles Viñas.

El tiempo transcurría, se aproximaba el fin del otoño y no se veían resultados. ¿Qué hacer? Pues otra acción. Con nuestras armas y en nuestro terreno, es decir, con la música y en la calle. Se trataría de una actuación en plena Gran Vía de Barcelona. Nos pusimos manos a la obra y se comunicó a los amigos y público en general mediante prensa y radio. Con tal fin alquilamos un camión de tamaño medio de esos en los que la zona de carga está tapada sólo por una lona. Clavamos batería y amplificadores al suelo y decoramos la parte de atrás del, por así llamarlo, escenario con una pancarta donde se leía “Con nosotros los que quieran; contra nosotros los que puedan”. Llegados al punto elegido (junto al bar de un buen amigo, Jaime, desde donde nos suministraron electricidad y cervezas) aparcamos el camión en medio de la calle. Bajo una lluvia persistente, alzamos el telón-lona y descargamos una actuación de una media hora larga para los amigos que nos apoyaron (¡olé por ellos!) y para conductores y transeúntes alucinados. Resulta interesante que, con todo el pitote que se armó, tráfico interrumpido en una arteria principal y demás, en ningún momento apareció autoridad competente alguna para abortar la actuación. Si añadimos que la cosa no sonó nada, pero que nada mal y que nos divertimos de lo lindo, miel sobre hojuelas.

Resulta interesante que, con todo el pitote que se armó, tráfico interrumpido en una arteria principal y demás, en ningún momento apareció autoridad competente alguna para abortar la actuación. Si añadimos que la cosa no sonó nada, pero que nada mal y que nos divertimos de lo lindo, miel sobre hojuelas.

El fruto de estas acciones y su repercusión nos llevaron a pactar con el Consistorio, esta vez en firme, una potente actuación en la Plaza Catalunya, un espacio central y carismático de la ciudad. Con ello se conseguía tocar en nuestra ciudad, con (en teoría) buenas condiciones técnicas y (lo más importante) libre acceso para todo el mundo. Cabe decir que el grupo se ofreció de forma gratuita, puesto que nuestra intención era que el presupuesto fuese para infraestructura. Y sí, la actuación se hizo, pero esa es otra historia.

Decibelios durante su mítica actuación en Plaza Catalunya junto a Shit S.A. Fotografía de Carles Viñas.

Drogas

O sexo, o drogas y a veces rock and roll. Las tres cosas juntas, imposible. Normalmente sexo y drogas no funcionan.
Las drogas siempre han estado de una manera u otra alrededor de estos ámbitos. En los años ‘76, ‘77 y ‘78 la droga por excelencia era el alcohol, lo que llamábamos ‘el moscatel libertario’. El alcohol es contextual a nuestro ámbito geográfico. Es parte inherente de nuestra cultura, es asequible y lo encontrabas en todas partes, desde en la mesa en casa a la hora de comer hasta cuando salías de fiesta por la noche. También los derivados del cannabis o el cannabis en si mismo. Se compraba, se vendía, se consumía. Lo podías encontrar no solo a la venta, sino que era fácil encontrar chinas por la calle, en ciertas plazas, en las escaleras del puerto, etc. Era una droga muy común que funcionaba. Después llegaron los psicotrópicos, los lisérgicos, los tripis, LSD, ácidos… Y después drogas que hasta hacía bien poco han sido legales como las de farmacia: anfetaminas y derivados del opio como la codeína, la morfina…

Yo marcaría un momento que creo que es muy importante en este contexto, que son las jornadas libertarias del ‘77. Hasta el momento todo había sido un simple movimiento juvenil bastante desestructurado, y parece que con estas jornadas todo empieza a tomar una cierta estructura convirtiéndolo en peligroso.

Yo marcaría un momento que creo que es muy importante en este contexto, que son las jornadas libertarias del ‘77. Hasta el momento todo había sido un simple movimiento juvenil bastante desestructurado, y parece que con estas jornadas todo empieza a tomar una cierta estructura convirtiéndolo en peligroso. Porque seis meses después recuerdo ir a ensayar y darme cuenta de que L’Hospitalet iba lleno de caballo. Lo podías encontrar por todas partes, era la droga más fácil de encontrar a precios irrisorios y de una calidad excelente. Me di cuenta de que a mi alrededor la gente que se tomaba unas cervezas, fumaba un canuto o se bebía una botella de whisky, de repente se había enganchado al caballo. Al poco tiempo los veías totalmente destrozados, robando por la calle. Se podría decir que aquella llegada masiva del polvo blanco destrozó el germen de un movimiento incipiente, incluso con el beneplácito de ciertas publicaciones que veían en el caballo una droga con tintes underground y elitistas. Recuerdo que por esa época conocí una chica muy jovencita de L’Hospitalet que se pinchaba en los brazos con agujas de coser para simular que se estaba metiendo heroína, porque esto daba un caché. Lamentablemente esta chica acabó enganchándose finalmente al caballo y murió. Lo cuento para que se vea que alrededor de todo esto hay movimientos que se nos escapan.

Decibelios de celebración. Fotografía de Carles Viñas.

De todas maneras el punk deriva hacia drogas más excitantes, más veloces. Con Els Masturbadors Mongòlics teníamos una canción que decía que debían cortarse el pelo al dos y tomar speed. Era necesario, era una fuente de energía, de fuerza, de irrupción. La anfetamina cogió un papel predominante en la escena porque era fácil de encontrar y también permitía poder mezclarla con alcohol. Después, en los ‘80, también empezó a llegar la mescalina con mucha fuerza, aunque eran ingestas más puntuales. Las ingestas más naturales eran el alcohol, el speed y los canutos por proximidad, por ser asequibles y por necesidad. Y eran drogas consumidas de forma absolutamente mayoritaria. Era una manera de manifestar tu libertad, el derecho al cuerpo. Hay que tener en cuenta que la juventud como clase social era muy nueva y necesitaba usar sus herramientas de autoafirmación, y una de ellas era demostrar su propia libertad (la manera de vestir, la música que escuchas, la música que haces, la manera de pensar y la manera de utilizar todo lo que te rodea). Antes de que eso ocurriera, las drogas siempre habían estado muy vinculadas a personas marginales o a la élite.
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Fotografía de portada: Decibelios según Carles Viñas. 
Extraído de Harto de todo: Historia oral del punk en la ciudad de Barcelona 1979-1987 de VV. AA. (BCore, 2011)


Al habla Manel Domènech, nacido en 1958, en el Barrio de Ciutat Vella (Barcelona).
Decibelios fueron unos auténticos pioneros del movimiento skinhead en España. Su sonido punk, su agresividad en directo, sus letras y su estética skin no dejaron a nadie indiferente. La personalidad de Fray para conectar con el público junto con el apoyo de su discográfica les hicieron inmensamente populares y en poco tiempo se convirtieron en toda una referencia de la subcultura punk y skin que se extendió a lo largo de toda la península.

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