Cuando Jordi BCore anunció que reeditarían el Borinot Borinot de Skatalà para el Record Store Day casi doy una vuelta de campana en la butaca de la oficina. Diantres, ¿saben cuánto vale ese disco? Ya se lo digo yo, no tiene precio. No hay copias a la venta en todo el jodido mundo. Pero déjenme que les cuente porque es tan importante tener este elepé en tu colección: es el mejor disco de unos tipos que son los padres del Ska hecho en Barcelona de los últimos 25 años, motivo por el que deben ser merecidamente venerados. Todos los grupos del género dignos a tener en cuenta son posteriores a ellos. Dr. Calypso, Komando Moriles, Malarians, Skatobeat. También la ristra de bandas que han hecho carrera con más o menos suerte y dudosa calidad (Skalariak, Discipulos de Otilia, Skaparàpid, Betagarri… grupos así). Ninguno de estos combos puede negar la extraordinaria influencia de Skatalà en su música, ni un dichoso grupo de Ska en toda España podría decirlo sin merecer un capote. Quizás Kortatu, con un rollo más cercano al punk de los Clash, pero esa es otra historia.
Conocí a Skatalà cuando tenía 14 años –año 96- gracias a un colega del colegio que se hizo skin y que empezaba a pilotar de Oi! y Ska. Me enseñó grupos que aborrecía –y aborrezco- como los Suburban Rebels, Skarface o Mr. Review, però también a los Skatalà y los Calypso. En esa época no tenía ni la más remota idea de que era la 2 Tone, ni Trojan, ni los Skatalites, ni Desmond Dekker. La pura realidad es que escuché Borinot Borinot antes que cualquier disco de los Specials, los Madness o The Beat. Con el paso del tiempo, eso sí, estos grupos han sido algunos de mis favoritos y han resultado fundamentales para mi educación musical. Pero antes de todos ellos, flamantes, borrachos y orgullosos, estuvieron Skatalà.
Los vi una sola vez en directo, en La Mercè del año 1997, Plaça Catalunya. Primero Skatalà y luego Dr. Calypso. Uno de los primeros bolos a los que iba solo – sin mis padres vaya- con los amigos del colegio. Allí, estábamos nosotros, un par de chicos y chicas quinceañeros de los Jesuitas de Caspe en medio de tropecientos skins haciendo pogos. Éramos claramente los más pringados -y menos peligrosos- del lugar a eones de distancia del segundo. Poco después de ese concierto se separaron.
La iconografía noventera de “De Jamaica a Roma” y su obsesión por el Caribe era la puerta de entrada a un disco que radiografía estupendamente la Barcelona canalla post-olímpica.
Tras unos años en los que solo escuché, en plan talibán, hardcore primero y hip-hop después, regresé a mis discos de infancia y me reencontré con el casete de Borinot Borinot. Lucía, impertérrito y criando polvo, con sus azulejos de Barcelona, el logo de Skatalà en primer plano y la cabeza del Rude Boy acompañando todo el embolado. Ya en la primera canción, “De Jamaica a Roma”, el cambio respecto a su maqueta Fent d’Aquí era notorio, no solo por la evidente profesionalización del asunto, sino porque el grupo había derivado de los sonidos más Oi! y Punk hacia el Ska un pelín más clásico. Seguían enfatizando la influencia nueva olística inglesa, pero se habían acercado más a Jamaica.
Algunos de los grandes clásicos del grupo están en este elepé, algo menos gamberro y rudo que Fent d’Aquí pero igualmente repleto de himnos taberneros y borrachuzos. La iconografía noventera de “De Jamaica a Roma” (citando a Marcus Garvey, Gorbatxov o la Ciccolina) y su obsesión por el Caribe (Montigo Bay, Kingston o los Toot and the Maytals) era la puerta de entrada a un disco que radiografía estupendamente la Barcelona subcultural y canalla post-olímpica. En Borinot Borinot aparecen, por ejemplo, personajes emblemáticos de la ciudad como Sebastià Roura, “comandant de la city”, como lo llaman en “Ranking Roure”. El pintor y poeta fue un personaje vital del underground de hace tres décadas en el barrio de Gràcia, de hecho aún pueden toparse una foto suya reinando el bar Heliogàbal.
La lírica de Borinot Borinot mezcla el humor cazurro (“Dos vint de pit, dos i mig de cul. A la tocineria dirien que és de bon bull”) con cultura pop y meta-cultura Ska, pueden pasar de hablar de Amarcord a citar a los Toasters sin despeinarse (en el reggae de “Waltzing Mathilda”). A los grupos del género, igual que a los de hip-hop, les encanta hablar de sus historias, su jerga y sus juergas. Las referencias a sus colegas y a la iconografía propia son constantes (Skatalà lo llevan hasta en el nombre del grupo), miren sino “Skatalahits” (probablemente uno de sus mejores estribillos) o “Reggae’n’ska” donde sueltan este tipo de perlas “Aquesta nena s’ha perdut, ballant ska i bevent uns xups. Hi ha que veure quins malucs, Li ensenyarem doncs uns bons trucs”.
Skatalá es una de las bandas más influyentes que de Barcelona, al mismo nivel que Decibelios, La Banda Trapera del Rio o Brighton 64. Y la más divertida.
Dos de las canciones más representativas y conocidas del disco son “Rastablanc” y “Oh, vell Barrabás”, esta segunda una versión Oi! del “Redemption Song” de Bob Marley, más cercana a los hits de Fent d’Aquí (“Llunàtics”, “Ets un barato”, “Embolingats”) que al resto de este disco. La aburrida y hippy canción de Marley es, tras la adaptación de Skatalà, un perfecto himno hooliganesco de cerveza en mano y puño en alto apuntando al cielo. “Rastablanc” en cambio, habla de Steve Waiter, un chaval, seguramente amigo de la banda, que tuvo la desgracia de nacer en la Verneda y no en Trench Town. En esta canción Pitu y Quique combinan cojonudamente voz y berreos de uno con coros del otro. Lo mismo pasaba con Dr. Calypso, ambos tienen dos cantantes solistas, uno más grave (Pitu y Xèriff) y otro más agudo y afinado (Quique y Luismi), una formula repetida por decenas de grupos Ska catalanes desde entonces. La de Bob Marley, por cierto, no es la única versión del disco, que también cuenta con “Skandol Dub”, cover de “Shame & Scandal” un tema jamaicano de los años 40. Seguían siendo nuestros Specials, pero la deriva musical caribeña ya era irremediable, sino escuchen su siguiente y último disco: Un de nou.
Skatalá es una de las bandas subculturales más influyentes que ha existido nunca en Barcelona, al mismo nivel que Decibelios, La Banda Trapera del Rio o Brighton 64. Y la más divertida, de eso no cabe la menor duda. Hay que agradecer eternamente a BCore la reedición de Borinot Borinot, con este elepé cerraremos a partir de ahora nuestras sesiones de pinchadiscos. Pongan “Oh, vell Barrabas” y abracen al primer amigo que encuentren en el bar. Eso vale su peso en oro.
Jordi Garrigós (Barcelona, 1981)
Es periodista cultural, lo han leído o escuchado en medios como El Mundo, ADN, Ara Play, Time Out, Enderrock, COMRàdio o Icat, y casi a diario en Gent Normal, blog del que es cofundador. También colabora con el festival Primera Persona, toca la guitarra con el grupo Parlament y ama a su perro Milo por encima de todas las cosas.