Description
The Unfinished Sympathy siempre han tenido muchísimo arte, aunque nunca hayan ido de artistas. Lo suyo es la orfebrería voltaica, la artesanía lírica, el amor al trabajo bien hecho. Su irrupción a finales de los noventa, en el chispeante contexto musical de la Barcelona post-Cobi y pre-AirBnB, supuso una alegría para los amantes de las guitarras filosas, las melodías perdurables y el dispendio de energía escénica.
Durante la primera década del presente siglo, el cuarteto liderado por el cantante y guitarrista Eric Fuentes publicó cinco valiosos álbumes y algunos EPs, logrando ese más-difícil-todavía por el que la inmensa mayoría de grupos suspira: acuñaron un sonido característico, instalaron varias de sus partituras en la memoria colectiva de los melómanos con inquietudes e impusieron su ley en escenarios de toda condición.
El regreso a la actividad del grupo –se despidieron en 2010– ha sido paulatino y culmina, al menos momentáneamente, con la publicación de “It’s a Crush!”, otro álbum notable que revalida su condición de rockeros vocacionales y con fundamento. Tres de los antiguos miembros de la banda –Fuentes, el guitarrista Oriol Casanovas y el bajista Joan Colomo– siguen estando ahí. Se les une tras los parches Víctor García, otra figura cardinal de la escena catalana. La renovada alianza empieza a dar sabrosos frutos. “It’s a Crush!”, el sexto álbum del grupo, no solo está a la altura de las exigentes circunstancias sino que produce una progresiva euforia conforme acumulamos escuchas.
Grabado en casa, en Ultramarinos Costa Brava bajo la tutela del superlativo Santi García, el nuevo disco de The Unfinished Sympathy ofrece todo lo que cabía esperar de tan anhelado regreso. Combustión espontánea de acento punk en “Christen Me”. Sólidas aportaciones a nuestro himnario indie-rock, como “Sentimental Shock”. Citas pop muy bien traídas: busquen entre comillas dentro de “Goodbye/Hello”. Dominio de los recursos narrativos y de las distintas intensidades expresivas en “A Joyful Dirge”. Estribillos de naturaleza vírica –el de “Loveshake”, sin ir más lejos– listos para propagar radiantes infecciones. Estándares propios con visos de himno –qué bárbaro lo de “Narcotic Fiancee”– ratificando la profundidad de su particular libro de estilo. Arrebato patillero acompañando esa mordaz vena humorística –“The Welfare State”– en contraste con la íntima circunspección de “Vapor Stairs”.
The Unfinished Sympathy regresan haciéndolo como saben, sobrados de oficio pero también de espíritu, obrando ese pequeño milagro de hacernos conectar con la mística durante los tres minutos que dura una canción. Aquí tienen once nuevos flechazos, así que déjense querer.
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