Han pasado treinta años desde que ocurrieron la mayoría de las cosas de las que vamos a hablar en este libro, pero muchas de ellas siguen presentes en mi memoria como el primer día. De mis visitas los domingos a casa de mi primo pasé del EGB al BUP casi sin darme cuenta. Allí descubrí que un grupo de amigos estaba empezando a escuchar un tipo de música que hasta ahora me había sido totalmente ajena. Hablaban de un tío que se llamaba Iggy Pop y gritaban su nombre como un grito de rebeldía. Creo que en ese momento ni siquiera llegué a escuchar su música, pero su nombre era como la bandera de algo salvaje, visceral, que iba a la contra, que se salía de lo formal.
Empezamos a escuchar bandas como Siniestro Total y su single Ayudando a los enfermos, bandas como Espasmódicos, Código Neurótico, Glutamato ye-yé, Aviador DRO, Parálisis Permanente, Golpes Bajos… Uno de los primeros singles que tuve fueron Enciende tu motor de Espasmódicos, Totus Tous de Código Neurótico y Corazón loco de Glutamato ye-yé; además comprados (aunque ahora mismo pueda sonar sorprendente) en el Corte Inglés, que en ese momento era de los pocos sitios donde podías encontrar cosas así. Más tarde, con el descubrimiento de Radio Pica, la cosa se fue enriqueciendo. Empecé a descubrir el sonido que luego alguien bautizaría como Rock Radikal Vasco, a bandas como RIP, Eskorbuto, Kortatu, Cicatriz, La Polla Records y un montón de bandas locales.
La gente saltaba desde el primer piso y del escenario con las botas por delante, sin ningún miramiento. Ponía los pelos de punta, pero formaba parte del juego; no generaba peleas, era así. Si quieres estar ahí has de correr riesgos, el baile es violento.
Pero fue un concierto el desencadenante de mi interés por todo este movimiento que estaba surgiendo, y que hizo que me alistara en sus filas. A finales del ‘84, ver a Decibelios en el Studio 54 me dejó sin aliento. Para un chaval de 17 años fue como salir del cascarón. Recuerdo perfectamente el impacto que causaron en mí las pintas que llevaba el personal y, sobre todo, su actitud. Tenía miedo; la gente estaba como loca, violenta. En los lavabos los punks partían los separadores de mármol de los meaderos a golpe de bota militar. Incluso arrancaban las picas provocando que el agua corriera a su aire. Nos pusimos en la planta de arriba de la sala. Me parecía estar más seguro separado de la manada principal. Era curioso, porque en la sala principal no cabía una aguja, pero en algunos momentos de las canciones bajo los flashes de luces, esos que hacen parecer que la gente va a cámara lenta, podías ver la parte frontal de la sala, la que está pegada al escenario medio vacía, como si la gente se hubiera esfumado. Y es que el pogo y las avalanchas eran tan enérgicos y violentos que la gente se amontonaba en los laterales, unos sobre otros, como un amasijo de carne. La gente saltaba desde el primer piso y del escenario con las botas por delante, sin ningún miramiento. Ponía los pelos de punta, pero formaba parte del juego; no generaba peleas, era así. Si quieres estar ahí has de correr riesgos, el baile es violento.
Piedra filosofal para obtener toda esta información fue Radio Pica. Mi conexión con el punk desde la habitación de mi casa. A través de los programas de Salvattore podías escuchar las mejores bandas punk locales: Kangrena, Anti/Dogmatikss, L’Odi Social, Subterranean Kids… Y enterarte de conciertos punks que se hacían en salas poco convencionales y centros cívicos, o de diferentes exposiciones o acciones de carácter punk. Otros programas como Punkitudes Magnéticas abrían con Blown out again de Peter and the Test Tube Babies como sintonía y nos deleitaban con lo mejor del punk inglés del momento.
Conciertos privados que a un fan adolescente no se le borrarían jamás de sus retinas. Momentos únicos del establecimiento y la instauración de un sonido y una actitud.
A través de las ondas supe de la existencia del Kafe Volter, centro neurálgico de reunión de la escena punk del momento. Regentado por la Alicia y el Punky, tenía espíritu de asociación cultural por las mañanas y corazón de bar ruidoso por la tarde-noche, cuando corrían las cervezas y sonaba música estridente. Todavía rebota en mi cabeza el sonido agudo de los llaveros de los punks bailando a ritmo de Nellie the elephant de los Toy Dolls. Por otra parte, Informe de Modos y Modas, conducido por la seductora y atenta Juana, fue la primera tienda, digamos, diferente donde se podían comprar autoproducciones de bandas locales, fanzines, ropa y complementos diseñados por gente del entorno punk. Ellos empezaron a traer los primeros discos, por así decirlo, de importación: Negazione, Peggio Punk, Wretched, BGK…
Todo eso me llevó a empezar a hacer un fanzine, Lo Kurkó de les Korts, que básicamente eran cuatro fotocopias con collages y la primera chorrada que nos pasaba por la cabeza. Recuerdo que en un número había un eslogan que decía “Queremos cerveza en las fuentes públicas”. Imaginaros el nivel de abstracción que destilaban los cuatro adolescentes que lo firmaban. Pero fue una buena manera de entrar en contacto con gente que hacía otros fanzines y tener la oportunidad de hacer algo parecido a una entrevista con algunas bandas. Después de tanto tiempo el nombre todavía me resulta divertido. Dándole vueltas a la cabeza debió ser influencia de mi abuela, que siempre le decía a mi padre que era un corcó. Eso, sumado a que vivíamos en el barrio de Les Corts, debió dar como resultado ese título. Lo que no logro explicarme aún es lo del artículo neutro.
Esta pasión me llevó a seguir cada uno de los pasos y conciertos que bandas locales como L’Odi Social, GRB o Subterranean Kids daban en la ciudad de Barcelona y sus alrededores; a conocer a sus integrantes y a visitar sus locales de ensayo con frecuencia; a compartir sesiones dobles de ensayo en el local de Nou de la Rambla: bajando las escaleras a la derecha, el local de Subterranean Kids, y en la puerta de la izquierda, el de GRB. Conciertos privados que a un fan adolescente no se le borrarían jamás de sus retinas. Momentos únicos del establecimiento y la instauración de un sonido y una actitud.
Autor: Jordi Llansamà
Fotografía: Xavier Mercadé
Extraído de Harto de todo: Historia oral del punk en la ciudad de Barcelona 1979-1987 de VV. AA. (BCore, 2011)
Jordi Llansamà (Barcelona, 1967)
Empezó en la escena punk de Barcelona de adolescente y su actividad dentro del ámbito musical no ha cesado. Desde la edición de fanzines (Lo Kurkó de les Korts, Reptil Zine, AbsolutZine) a su colaboración en la radio (Atac de Core, Radio Pica) y la organización en Barcelona de los primeros conciertos de Green Day, At the Drive-In, June of 44, Hot Water Music, Karate, etc. En 1990 fundó el sello BCore Disc, ya con más de 25 años de actividad. Arqueólogo musical, ha reeditando grabaciones de la primera hornada punk y hardcore de la Barcelona de los 80.