Hacía tiempo que no me planteaba el clásico “¿qué estoy haciendo y cómo he llegado a parar aquí?”. Así que he de agradecer a BCore y este post que me hayan hecho pensar y llegar a una conclusión. Supongo que visto que mis capacidades musicales no van más allá de hacer unos involuntarios – y desafinados – coros tratando de imitar la voz principal, y que mi escritura no llegará mucho más lejos de ser correcta, me las he apañado para encontrar un trabajo en el punto exacto entre la música y el periodismo: la promoción musical. Que no solo me gusta porque me acerca de manera excepcional a la música, a los músicos, a los periodistas y a los medios (todo de lo que me gusta rodearme a la hora de trabajar), sino que además te premia con momentos muy divertidos.
Cuando empecé hace nueve años como reportera en festivales, quería morirme en cada entrevista a grupos. Literal. Por mí, si hubiera caído un meteorito en ese mismo momento y la humanidad entera se hubiera extinguido, habría sido feliz. Pero los meteoritos no caen cuando se los necesita, así que simplemente lo hice como mejor sé: echándole un morro de aquí a Pekín y poniendo cara de que sabía lo que estaba haciendo. Después de unos cuantos años de entrevistas al simpático de John Cale (nótese la ironía), enseñarle a decir eskerrik asko a Tommy Lee para que lo repitiera delante de 20.000 personas (tentada estuve de convencerle de que gracias en euskera en realidad se dice marmitako, pero luego me acordé de que prefería no hacer que me echaran del trabajo de una patada en el culo), llevarme un pellizco de Jared Leto para que me riera por no pillarle un chiste al vuelo o explicarles a The Jayhawks que la anormal que se desmayó por fumar algo que le dieron en la segunda fila de su concierto en el Kafe Antzokia fui yo, llegó el momento de cambiar el micro por la gestión. Y ahora doy gracias a ese meteorito por no haber caído.
La cara que se te queda después de que Tommy Lee te haga beberte tres chupitos de Jägermeister para que se te aclare la voz durante su entrevista.
Desde que organizo entrevistas y no las hago soy muy feliz. Me divierto igual, asisto a encuentros realmente interesantes, aprendo de periodistas que inequívocamente han nacido para ello, vivo situaciones muy gratificantes y ya no siento la necesidad imperiosa de 1) desmayarme allí mismo o 2) echar a correr en caso de que el desmayo no me sobrevenga de manera espontánea.
Solo faltan unos corazoncitos saliéndonos de la cabeza al equipo de grabación y a mi detrás de la cámara. Podríamos haberle montado un club de fans en ese mismo momento.
Las cosas que más me marcan tampoco tienen que ver con estrellas de la música ni grandes producciones. Aunque admito que algunos casos me despiertan bastante curiosidad, lo que se me queda grabado en la retina y el cerebelo son otro tipo de situaciones. No me olvido de la entrevista que coordiné entre Japan and I, grupo de Sudáfrica formado por tres chicas, y Shaina Machlus, periodista de la revista americana Tom Tom Mag, especializada en mujeres baterías, que resultó ser un claro ejemplo del periodismo que a mi me gustaría saber hacer: musical, social, feminista y técnico. O el momento en el que Jack Carty, artista australiano, llenó la Plaza de los Ángeles con su chorrazo de voz y su guitarra, un mediodía en el que sol no impartía justicia sino venganza, para grabar un vídeo para una web catalana, que hizo que el mundo se parara un par de minutos. O el delirante momento en el que la gente de Kompakt, sello al que adoraba en mi juventud, me enseñó en primicia el modelo de bolsa que habían diseñado para todas sus actuaciones durante la semana del Sónar de este año.
Ante la inocente pregunta de qué me parecía el diseño, salí por la tangente y esgrimí el mismo argumento
que en la pasada consulta: que decidan los catalanes, que para eso es su tierra y su bandera, ja.
Para mí, ver las entrañas de la industria musical no llegará nunca a ser igual de emocionante que ponerme un vinilo de Teenage Fanclub en casa y se me salten las lágrimas, o ver por primera vez a Jon Hopkins y notar cómo, mientras bailo, me desvanezco físicamente para convertirme en una más de las ondas sonoras que retuerce con su Kaoss Pad. Disfrutar de la música es lo principal, pero si además puedo incorporarla a mi actividad profesional, resulta que mi trabajo actual se asemeja bastante a mi trabajo ideal (porque de salvar animales no se puede vivir, si no, este post nunca habría llegado a existir).
Fotografía de portada: Prins Thomas, cerveza en mano y melena al viento, haciendo una entrevista en la pasada edición de Off at Forum. De Natalia Brovedanni.
Tamara García Cascales (Estella, 1981)
Me crié en la ribera del Ebro bajo el influjo del kalimotxo. Estudié diseño gráfico y periodismo y fui colaboradora del diario La Rioja, MondoSonoro y he publicado en I Love Travel y Vice. Actualmente trato de retomar mi actividad en Gent Normal. He trabajado en labores de prensa de festivales como Primavera Sound, BBK Live, Azkena o Sonisphere y actualmente trabajo con y aprendo de Eneida Fever! y Natalia Brovedanni. Si me dieran a elegir entre el techno y el pop, me quedaría con los animales.