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Primavera bubónica

Para los barceloneses existen ciertos indicadores inequívocos de que la primavera ha estallado, muchas veces más precisos que una rutinaria comprobación del calendario. Son elementos que flotan en el ambiente y te envuelven sin solicitar consentimiento: el polen de los plataneros, la viscosidad en la piel fruto de la mezcla entre el propio sudor y el humo de los motores y,  por encima de todo, el crecimiento exponencial de individuos con indumentarias avanzadas a la propia estación del año.
A todos nos gusta vestir de corto con los primeros calores, pero más a aquellos que se desplazan hasta la ciudad desde destinos mucho más frescos, no realizando una transición en el vestuario y saltando directamente a las mudas que utilizarían en un destino tropical.
Turistas. Y más turistas. Y más turistas. Demasiados según la óptica del ciudadano común. Quizá todavía pocos para la visión de los que se hacen de oro gracias a ellos. ¡Ep! que está bien viajar. Siempre que se pueda se tiene que viajar. “Roda el món i torna al Born” que decimos en estas latitudes. La democratización del turismo en beneficio del ciudadano medio occidental nos ha traído aquí, ¿no? Antes con suerte se iba de viaje de novios a Mallorca, se compraban un par de ensaimadas y se guardaba un recuerdo de por vida. Ahora que podemos (?), viajemos.

Turistas. Y más turistas. Y más turistas. Demasiados según la óptica del ciudadano común. Quizá todavía pocos para la visión de los que se hacen de oro gracias a ellos

El problema no es viajar. El problema es el modelo, o la carencia total de este, que existe por estos lares. Venecia queda lejos y se hunde, cosas que pasan… pero aquí de momento no se hunde nada y parece que no se llegue a ningún punto de saturación. Viendo como está la cosa si este punto llega será ya de forma apocalíptica. Me lo imagino con explosiones, mucha gente corriendo y gritando por las calles desesperada, fuego, edificios desplomándose… Bueno, quizá no tanto, pero resulta más fácil imaginarse esto que lo que realmente pueda pasar.
En cualquier caso, mientras este día no llega la ciudad sigue siendo el hervidero que es. ¿Y si llegan 100.000 almas más? No pasa nada. ¿Y si son 200.000 y vienen de todos los rincones para asistir a un festival de música? Tranquilos, se organizará en algún lugar apartado del centro y ni lo notaréis. Así, la sabia administración imposibilita la propagación de la plaga.

Un (o dos, o tres…) festival para una ciudad. La urbe pide cantidad. Es la perfecta máquina de tragar que prefiere ir tres veces a vomitar al baño de un buffet libre antes que asumir sus limitaciones, levantarse, pagar e irse

Dicho y hecho. Un (o dos, o tres…) festival para una ciudad. La urbe pide cantidad. Es la perfecta máquina de tragar que prefiere ir tres veces a vomitar al baño de un buffet libre antes que asumir sus limitaciones, levantarse, pagar e irse. Démosle cantidad. Habrá cantidad de gente. ¿Como la conseguiremos? Traeremos al festival cantidad de artistas que quiera ver una gran cantidad de público. Una formula mágica que, a pesar de ser mucho más compleja y englobar muchos más elementos en la ecuación (todos de lo más aburridos y de carácter empresarial) se puede resumir así.
Ya lo tienes montado y, de regalo, la pelota en tu tejado. Porque sí, ahora te toca a ti decidir qué hacer. Tienes el perfil de cliente que buscan. Encajas a la perfección. Unas cuántas bandas que has visto alguna vez, algunas que nunca y siempre has querido ver y bastantes que te la traen flojísima. Peores cocteles te has tragado. Un par de excusas más tarde, construidas en torno a la famosa terna de sexo, drogas y rock’n’roll y ya tienes el abono. Si surge cualquier tipo de remordimiento lo mutilarás rápidamente repitiendo este mantra.
Vamos a ello.

Foto: 1936. By the Serpentine in Hyde Park. Image: Fox Photos/Getty Images

Guillem Serra Cros
Jugador amateur de minigolf. A ratos escribo. Gustan las vespas, cazar bolets, L.F Céline y Barcelona. No gustan las palomas, el vecino de enfrente, las aglomeraciones en las que tú no estás y Barcelona. Stone Roses y Cockney Rejects de banda sonora.

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