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Envejecer en la tribu

Durante la adolescencia tendemos a buscar elementos que permitan revindicar nuestra individualidad y oposición a los marcos preestablecidos dentro de un contexto que tiende a ser caótico. Es la guerra sin cuartel contra todo: la familia, la escuela, el futuro… Armados solo con hormonas y convicciones que nos grabamos a fuego. Una nueva religión: incuestionable, inmutable y que requiere de fe ciega y grandes dosis de devoción. Solos contra todo.
Y aparece la tribu. Y es perfecta: refuerzo y grito a la propia identidad en contraposición a la masa. Soy mod/punk/rocker/skin… ¡y lo seré hasta la muerte! Quien tenga cojones de decirme lo contrario cenará dientes. Tengo una banda sonora que es la hostia, tengo colegas y tengo un nuevo universo que es solo mío, no tuyo. ¿Tú qué tienes? Aquí me haré fuerte, aquí soy yo. Aquí tú no entras. Sigue al rebaño, que es tu sitio. Yo ya me he descarriado. ¿Hasta cuándo?

Y aparece la tribu. Y es perfecta: refuerzo y grito a la propia identidad en contraposición a la masa. Soy mod/punk/rocker/skin… ¡y lo seré hasta la muerte! Quien tenga cojones de decirme lo contrario cenará dientes

La vida es cambiante. Jodidamente cambiante. Renuncias, nuevos horizontes, dudas, escenarios grises y terrenos pantanosos devienen una constante. Forzada mutabilidad y reconstrucciones del yo en la búsqueda perenne de un marco en el que ubicarse y poderse mantener con cierta comodidad. Nada fácil. El cartel de mudanzas siempre está próximo, esperando ser colgado de nuevo. Lejos quedan las sentencias lapidarias y las afirmaciones grandilocuentes. De esta agua no beberé toma nuevos matices: si no hay más remedio…dos copas. Las promesas adolescentes restan cubiertas de polvo en emplazamientos inhóspitos de nuestra mente. Su recuerdo nos desdibuja una media sonrisa circunstancial. Mejor no darle demasiadas vueltas…
O sí.
En un contexto deshumanizante y estandarizador que tiende a desposeer a los individuos de espacios de libertad, la realización o, por defecto, un sucedáneo de esta, pasa a enmarcarse dentro de la parcela del ocio. No soy el tío que comparte espacio contigo en la oficina. Soy el que los fines de semana pilla una moto. O construye maquetas de trenes. O se droga corriendo maratones. O colecciona objetos absurdos de precios aberrantes. O viste de una forma que nunca entenderás y se reúne con individuos de aspecto similar en espacios oscuros con la música muy alta. Este es mi autentico yo. O se le parece.
La promesa adolescente se reaviva. Toma una nueva dimensión y se readecua. Quizás se descafeína, ya está de vuelta de todo. Ves en las calles de tu ciudad personajes que han superado la cincuentena ataviados como mods/punks/rockers/skins. Crees entenderles y empatizar con ellos. Es su grito, ni demasiado alto ni demasiado estridente, pero, al fin y al cabo, suyo.

En un contexto deshumanizante y estandarizador que tiende a desposeer a los individuos de espacios de libertad, la realización o, por defecto, un sucedáneo de esta, pasa a enmarcarse dentro de la parcela del ocio

Muchos han vivido la época de los grandes revivals de principios de los ochenta nacidos de la mano del punk: revival mod, revival rocker, revival skin. El gran boom de las tribus urbanas. Las calles eran más sucias y los perjuicios más afilados. El impacto que causaba su imagen frente la masa gris mucho más severo.
Han sobrevivido a muchos de su generación: muertes prematuras o desafección. Aquí radica su aurea. Se han ganado unos galones que todo miembro de la tribu asume y reconoce. La virtud de la constancia. Cuentan antiguas batallas que nadie puede corroborar, pero que, sin embargo, les dotan de una atractiva imagen de misterio y sapiencia. Son los chamanes de unas estructuras gregarias, dotadas de universo simbólico y rituales propios, donde pierden importancia los trasfondos ideológicos de los miembros. Son los portadores de un legado que les trascenderá. Es su carga, honorifica y compleja. Porque los años han pasado y ya no pueden competir en la misma liga que los miembros más jóvenes. La ingesta excesiva de alcohol y drogas resulta de lo más jodida a esta edad. Ir a dormir cuando empieza el día… quimérico.
Pero se niegan a ser una sombra. Quién sabe si llegarán a octogenarios. Si llegan, la menor de las preguntas será cómo. Han estado allá aferrados a un ideal de inconformismo adolescente. Una promesa hecha muchos años atrás. Y han aguantado como han podido.

Foto: Red Deer. Croydon, England, Great Britain. 1976. © Chris Steele-Perkins | Magnum Photos

Guillem Serra Cros
Jugador amateur de minigolf. A ratos escribo. Gustan las vespas, cazar bolets, L.F Céline y Barcelona. No gustan las palomas, el vecino de enfrente, las aglomeraciones en las que tú no estás y Barcelona. Stone Roses y Cockney Rejects de banda sonora.

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